Luis es el andaluz que construyó un pequeño museo del juego retro en su propio hogar. Contrariamente a lo que todos pensarían, no le gustan los videojuegos. «A mí lo que me gusta es el videojuego retro. Nunca di el salto a los 32 bits, ni hablemos de los 64 o los 128. Las consolas más modernas que tengo en mi colección son la PlayStation y la Xbox originales, y son regaladas», dice durante una entrevista.
Luis se ancló en los videojuegos antes de que llegasen los polígonos. Y a ellos dedica su colección, que ha mostrado puntualmente en algunos vídeos de su canal de YouTube, La Pantalla de Lava.
«No tengo un inventario hecho, siempre digo que debería hacerlo pero todavía no me he puesto a hacerlo. Sé que tengo veintidós consolas y entre 250 y 300 juegos. De lo que más juegos tengo es de la Super Nintendo, que son unos 120. De la Mega Drive, unos 30. Esas son mis consolas favoritas, y de sus juegos, me quedo con el Donkey Kong Country. Para mí es especial, lo considero el mejor de la historia. Es muy llamativo cómo se pudo hacer un juego así en esa época, fue perfecto», añade.
Su colección, tal y como nos cuenta, comenzó hace trece años, cuando su mujer, entonces novia, le regaló una Mega Drive. A partir de ahí, sin la intención de realizar colección alguna, simplemente empezó a fijarse en posibles liquidaciones en las tiendas de segunda mano. «Eso es algo que ilusionaba mucho, un día al volver del trabajo pasar por una de esas tiendas y a lo mejor te encontrabas un juego de la Super Nintendo por un euro, o una Game Boy Micro por quince euros, y así fui haciendo esa pequeña colección».
Una de las preguntas habituales que le hacen a Luis sobre su sala es la de cuánto le ha costado comprar todo eso, y ahí es donde entra un antes y un después en la compraventa de videojuegos. «Cuando empecé a coleccionar esto, los juegos retro eran muy baratos, hasta por 0,60 euros he llegado a comprar un juego. Pero desde hace unos años hay mucha especulación con ellos y los precios se han disparado. Llevo siete años sin comprar ninguno».
Volviendo a la pregunta respondió, «No tengo hecho el cálculo, pero estimo que entre 2.000 y 3.000 euros me debo haber gastado en total, como mucho. Más de eso, sé que no. Lo más caro que he comprado ha sido la Sega Saturn en caja, me costó 35 euros», explica.
Ante la pregunta sobre si juega o no con sus consolas, Luis contó que suele rejugar varios de sus títulos favoritos, de hecho, al hacerle la clásica pregunta de qué salvaría si se declarase un incendio, lo tiene claro: «La SNES, el Donkey Kong Country, el Super Mario World, el Sonic de la Mega Drive, y el Street Fighter Turbo. Realmente es a lo único que juego».
Toda esta colección no es solo una declaración de amor al juego retro, de los ochenta y los noventa, sino una extensión de sus anhelos culturales y de su forma de entender la vida. «No me siento en comunión con esta era, con Netflix, con el videojuego actual… Me gustan mis películas de los ochenta en VHS, mi música en vinilo, y en general tomarme mi tiempo para las cosas. Eso lo extiendo a todos los aspectos de mi vida. Esa nostalgia. El cine o la música actuales tampoco me llaman la atención».
Más allá de compartir su colección por YouTube, Luis intenta mantener el anonimato, y esto se debe a su profesión y lo que él predica. «Yo soy músico y también profesor de secundaria. Y siempre intento transmitir a mis alumnos que las pantallas, incluyendo los videojuegos, les están consumiendo la vida. Solo piensan en pantallas. Cualquier cosa que les preguntes la derivan hacia ellas. Cualquier cosa que hacen es pensando en la recompensa: pantallas, videojuegos. Les pido que huyan de ello y hagan otras cosas: leer, pasear, tocar un instrumento, lo que sea. Si descubren mi sala, creerán que paso el tiempo jugando y rompería mis argumentos».
Ciertamente, y más tras hablar con Luis, es fácil entender que lo que le mueve no es el rato jugando, sino el proceso creativo y artesanal tras la fabricación del mueble, la instalación eléctrica o la reparación de consolas. «La impresión rápida inicial suele ser que soy un friki solitario y millonario que dedica su tiempo y dinero a los videojuegos. Y no es así, ni siquiera me gustan los videojuegos actuales», concluye.
Fotos: La Pantalla de Lava.
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