La Copa Libertadores tiene un nuevo campeón y es Fluminense, que se adueñó de América por primera vez al ganar una final apasionante, que no tuvo fútbol de alto vuelto en ninguno de los dos equipos pero que luego de empatar 1-1, en los 90 minutos fue el equipo carioca el que logró el gol más importante de su historia.
Para Boca, la séptima sigue siendo esquiva y pierde su tercera final desde que se consagró por última vez en el 2007. Y si bien su recorrido en esta edición había sido al menos extraña, al pasar octavos, cuartos y semifinal por penales, nunca pudo encontrar la manera de lastimar, salvo los minutos previos y posteriores al gol de Luis Advíncula cuando promediaba la segunda parte.
Durante la primera etapa, Fluminense jugó como si fuera absolutamente local, controló la pelota y si bien no tuvo grandes chances de peligro, lentamente inclinó la cancha a pura presión, ahogando a los mediocampistas del Xeneize, especiamente Medina, Pol y Barco, muy deslucidos y sin poder llegar a asistir a los delanteros.
Y el que debía aparecer en el Tricolor fue Germán Cano, que en un movimiento se desmarcó y luego de recibir de Keno puso el 1-0 antes de irse al descanso. En desventaja, Boca avanzó durante el complemento y llegó a la igualdad con un nuevo zapatazo de zurda del peruano. Y pudo ganarlo con un remate de Merentiel, como así también perderlo cuando Barbosa se perdió una oportunidad inmejorable en el minuto 92.
Si bien ambos demostraban el cansancio, Fluminense tuvo la lucidez en el minuto 100 para que nuevamente Keno asista, esta vez a John Kennedy, que metió un derechazo imposible de detener para Romero. Jugado y ya 10 contra 10, por las expulsiones del autor del gol y la ingenuidad de Fabra al golpear a un rival, el Xeneize fue por el empate pero sin ideas y todo se redujo a centros frontales siempre despejados y se quedó con las manos vacías en una Copa que generó una ilusión que nuevamente no pudo ser.
Foto: Fernando de la Orden.
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